¿Crecimiento continuo en un planeta limitado?
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¿Crecimiento continuo en un planeta limitado?
El sistema económico capitalista y todo el armazón cultural que le acompaña se han desarrollado en contradicción con las dos dependencias materiales que permiten la vida: ecodependencia (entre seres humanos y naturaleza) e interdependencia (de los seres humamos entre sí). Ignoran la existencia de límites físicos en el planeta y ocultan y minusvaloran los tiempos necesarios para la reproducción social cotidiana. Crecen sin observar límites a costa de la destrucción de lo que precisamente necesitamos para sostenernos en el tiempo. Se basan en una creencia peligrosa para el futuro de los seres humanos: la de una falsa autonomía, tanto de la naturaleza como del resto de las personas.
Denunciar la imposibilidad del crecimiento continuo ha sido una de las principales señas de identidad del movimiento ecologista desde sus orígenes. La corriente del decrecimiento señala los peligros del modelo de vida occidental de consumo desmesurado y de crecimiento ilimitado de los mercados. La lógica que subyace al funcionamiento de lo vivo fricciona con la organización de un modelo económico que pretende ser hegemónico, y que se basa en la expansión y crecimiento permanente. La primera pretende el mantenimiento de los procesos vitales y puede contribuir a la resolución de las necesidades humanas, mientras que la otra busca la concentración de poder y el beneficio desvinculados de criterios éticos.
Así, a base de ignorar el agotamiento y el deterioro de la capacidad de regeneración de la naturaleza, es como se ha llegado a construir el dogma intocable de la economía convencional: el que defiende que cualquier crecimiento económico, independientemente de la naturaleza de la actividad que lo sostiene, es positivo en sí mismo, constituyendo la única forma de garantizar el bienestar social. Dice Yayo Herrero, Antropóloga, Educadora Social e Ingeniera Técnica Agrícola, que la necesidad de que la economía crezca sirve de justificación "lo mismo para arrebatar derechos laborales, que para destruir el territorio, para eliminar servicios públicos o para reformar el código penal... Y las personas lo tenemos tan incorporado en nuestros esquemas racionales que apenas se escuchan voces críticas que denuncien la falacia y el riesgo de perseguir el crecimiento económico como un fin en sí mismo, sin preguntarse a costa de qué, para satisfacer qué y quién se apropia los beneficios de ese crecimiento".
El decrecimiento no es un objetivo en sí mismo, sino un medio hasta alcanzar parámetros de sostenibilidad. La propuesta y el lema del decrecimiento se pueden resumir en “necesitamos menos, para vivir mejor”. Para las sociedades de los países enriquecidos del Norte, el decrecimiento significaría desacoplar el bienestar del crecimiento económico y reducir la producción y el consumo. Para los países empobrecidos del Sur significaría eliminar las imposiciones que obligan a imitar las pautas del mal desarrollo y fomentar la construcción de sociedades autónomas. Para poder lograr un decrecimiento de forma pacífica y equilibrada hace falta cambiar la mirada y redefinir y revalorar ciertos conceptos que hasta ahora se han entendido a través de la lógica del mercado, como lo son por ejemplo el concepto de trabajo, de bienestar o de riqueza.